jueves, 13 de marzo de 2014

Mis pasteles

Morgan Weistling


Cocinar tiene mucho que ver con preparar ideas, trabajar con ellas. La pastelería es distinta. Parece esconder el dulce encanto de la vida,  la recompensa.
Cuando la temperatura y el tiempo son las adecuadas. El horno consigue una alquimia especial e irreversible.
 Así como a sus pasteles veo hoy a mi pequeña hija mayor.
Estos últimos meses llenos de cambios importantes en su vida la han transformado. La aventura del matrimonio, la separación de su hermana o sus nuevos retos profesionales han hecho de ella toda una mujer.
En los hijos depositas todos los ingredientes naturales de tu corazón, después la vida se encarga de añadir otros. De esta mezcla y sólo con el calor del amor se produce el milagro. 
 La dificultad mayor, sin duda, calcular las medidas, las proporciones. Es tan peligroso no llegar como pasarse.
En tardes como las del último mes alejada de mi querido blog me he sumergido y he explorado otro espacio fascinante donde también se comparte. 
Tenía todos los ingredientes que pueden fascinar a un niño: caramelo, huevos, harina, levadura, mantequilla, chocolate.., y quemaduras en los dedos. Sigo no-aprendiendo lecciones.

Me faltan años de entrenamiento para  llegar a ser una buena pastelera.  Tiene su lógica: La cocina me apasiona, nunca me molestó improvisar un plato ni experimentar una nueva receta, pero con la repostería es distinto. Dice mi hija Ángela  que en la pastelería no hay  lugar para la improvisación, o utilizas las proporciones exactas, o el resultado nunca será el esperado. 
Ahí reside la dificultad,  en la exactitud de las medidas.
Nunca fui capaz de controlar ese espacio. La naturaleza me impide medir, controlar, calcular, administrar.... funciono mejor con la improvisación, la vida salvaje, el desconcierto, la intuición.
Aunque intenté  romper esa norma muchas veces,  el resultado siempre resultó forzado y falso. 
Mis últimas tardes con Ángela preparando nuevas recetas para su clase de repostería, lo confirman. Con el propósito no basta. 
Las horas se llenaran de fragancias dulces, miradas inquisidoras de mi maestra,  seguidas de las inevitables risas provocadas por mis desastres.
-"Deja de improvisar" me ha repetido muchas veces en los últimos días. 
-Aquí no hay lugar para tus experimentos.
-Pero, ¿no ves que así te vas a quemar?,
-¿Qué haces mama?
- Deja eso, no toques.
Ninguna de sus preguntas-reproche- llamadas de atención han podido evitar que me quemara con el azúcar, y que las bambollas hayan tatuado mis manos (creí que se quedaban para siempre). 
Tampoco que el techo de la casita de bizcocho no resistiera el peso de la "excesiva"cantidad  de nata y se derrumbara ante los ojos de todos aquella tarde. 
Ni que perdiera el entusiasmo.

Desde la otra casita, la de galleta y caramelo he observado el movimiento de sus manos  y escuchado sus palabras con atención.
 Por fin la siento libre, tal como la soñé, consciente de su propia vida. No ha perdido su mejor virtud, la inocencia, pero ahora la acompaña de una nueva, recién estrenada, confianza.
Siento que algunas recetas, las más importantes de la vida, cuyo origen se pierde con el tiempo, tienen mucho que ver con estas.
 Trato de recordar mi primer proyecto compartido. Sólo sería capaz de recordar algunos de los ingredientes y las cantidades exactas, imposible. Con seguridad generosas: Amor, entusiasmo, pasión, deseo, ternura, un poco de miedo, inexperiencia, intuición, sueños.... (posiblemente me olvido de alguna). Como mis platos favoritos, únicos, dependen de tantos factores. Nunca podría repetirlo igual.
Dos años después lo intenté de nuevo, compartí el proyecto con la misma persona,  utilizamos los mismos ingredientes, también con generosidad.  Los mismos...?  Olvidamos seguro alguno, olvidamos el miedo,  la inexperiencia, pero en otros donde la etiqueta del envase indicaba sueños capturados, espolvoreamos sin leer la advertencia que venía con letra pequeña y recomendaba utilizar con precaución. Añadimos una pizca de aventura. El resultado, igual de maravilloso, esta vez en el ingrediente secreto que actuó de levadura duplicamos la proporción , después el calor no cesó durante toda la transformación.
 Ahora concluida, nos llena de orgullo contemplar la obra,  tenemos que contener con mucho esfuerzo la tentación de comérnosla.

El horno ha pasado muchas tardes funcionando. Max desde una silla en alto ha observado con atención cada uno de nuestros movimientos con una mezcla de curiosidad y admiración. Su mirada me habla, creo que acaba de descubrir su verdadera vocación. No puedo evitar imaginarlo como un gran Chef. No puedo desperdiciar esta intensa inspiración. Así lo dibujaré en mi futuro Collage.
Ángela fue sacando bandejas de galletas perfectas, con una manga pastelera comenzó a decorarlas con un glaseado blanco. Observar como dibujaba con habilidad pequeños corazones, estrellas y escuchar sus confidencias ha sido mi mejor satisfacción en estas últimas tardes de invierno, justo lo que necesitaba para no alargar el tiempo de la espera. El momento del reencuentro, (se acercaba el día del regreso de Eva).
 Compartimos el mismo sueño del abrazo.
 Aunque la ventana de caramelo y galleta de mi casita terminará la última tarde como acompañamiento de taza de té.
 Mi gran obra ha salido deliciosa.
Eva


Aquí puedes visitar la obra de Morgan Weistling

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