lunes, 9 de junio de 2014

Cumplir sueños



¡Cuántos nuevos y maravillosos especímenes habría podido observar aún si el Nautilus no se hubiese adentrado más y más en las capas profundas!




Existen personas que no se limitan a contemplar el vuelo de las aves en el cielo o los peces bajo el mar. Son aquellos que admiran un paisaje, lo interiorizan y después en sus sueños lo imaginan distinto y hacen realidad lo imposible.
Hace poco tuve el privilegio de asistir al grandioso espectáculo de los sueños voladores. 
Lo organizaron un grupo de niños grandes. Son personas que viven de fotma distinta a los demás 
 Mientras algunos después de soñar, se conforman,  olvidan y dejan pasar de largo los sueños de la noche, hay otros que al amanecer, (esa hora extraña donde la luz exterior aparece y todo lo soñado se confunde y se pierden irremisiblemente). Sólo unos pocos permanecen aferrados a ellos, porque saben de su gran importancia y que justo allí residen las verdades y los anhelos más ocultos.  
En ese magnifico lugar donde viven se logran con facilidad imposibles. Por eso después de soñar se levantan, escriben, dibujan, imaginan, crean y guardan cuidadosamente. Algunas veces doblados en cajas de mago, para hacerlos salir en el momento adecuado. (Con extrema delicadeza, porque los sueños si no se los tratan con la ternura que merecen se destruyen con mucha facilidad, como todo lo verdaderamente hermoso).
Algunos viajan por el mundo en busca del cielo más bello. Hay tantos cielos hermosos que resulta difícil elegir,  por suerte en el camino encuentran a otros soñadores con su mismo afán,  y descubren que juntos les resulta más fácil, entonces deciden (en ocasiones) unirse y compartir sus historias para regalarlas al mundo. 
 Los vi llegar un día a la playa Malvarrosa de Valencia donde conozco a algunos de esos niños grandes. 
Allí donde el cielo es limpio y en primavera sopla el viento justo capaz de elevar cualquier sueño. 
Llegaron de países lejanos en coches y camiones conducidos por sus propietarios, 
aquellos que un día siendo niños quedaron tan fascinados por lo soñado que decidieron elevarlo al cielo aliandose con el viento.
Las gaviotas inteligentes y curiosas también los vieron llegar, por eso detuvieron  su vuelo por unas horas y se unieron a los que nos convertimos en afortunados espectadores del gran espectáculo.
 La arena limpia de sombrillas, bañistas, y toallas dejo paso a los artistas, que utilizaron el cielo y el mar como lienzo. 
Fuimos testigos  de como fueron depositando sus cajas mágicas, abriéndolas y desplegando con sumo cuidado cada uno de aquellas enormes cometas oníricas,  que ante nuestra mirada atónita levantaron un vuelo poderoso. 
Los mismos que les otorgaron el privilegio de vivir y volar, los dominaron con maestría. 
Tuve la sensación de que formaba parte de esas enormes cometas que surcaban el cielo y que con ellas viajaba y lo vivían desde las nubes.  
Los conductores mantuvieron esos sueños unidos a la tierra por hilos que ellos mismos soltaban, controlaban y decidieron la altura y el tiempo del vuelo mientras sus rostros reflejaban el brillo del sueño cumplido.
He visto en acción a aquellos que han aprendido que es posible sacar cualquier especie del fondo del mar y conseguir que se eleve a la más alto.
  Una visión sublime, digna de ser recordada.
Las especies acuáticas que un día imaginó Julio Verne salen de las profundidades del mar y bucean ante nuestros ojos. 
Eva



" Entre los peces me llamaron particularmente la atención unos óseos pertenecientes al género de los gobios, y otros del mismo género, de dos decímetros de largo, sembrados de motas blancuzcas y amarillas. Admiré también numerosas medusas, y las más bellas del género, por cierto, las crisaoras, propias de las aguas que bañan las Malvinas. Unas veces parecían sombrillas semiesféricas muy lisas, surcadas por líneas de un rojo oscuro y terminadas en doce festones regulares, y otras, parecían canastillos invertidos de los que se escapaban graciosamente anchas hojas y largas ramitas rojas. Nadaban agitando sus cuatro brazos foliáceos, y dejaban flotar a la deriva sus opulentas cabelleras de tentáculos. Me hubiera gustado conservar alguna muestra de estos delicados zoófitos, pero no son más que nubes sombras, apariencias, que se funden y se evaporan fuera de su elemento natal."






Yo lo espero. Espero también que su potente aparato haya vencido al mar en su más terrible abismo, que el Nautilus haya sobrevivido allí donde tantos navíos han perecido. Si así es, si el capitán Nemo habita todavía el océano, su patria adoptiva, ¡ojalá pueda el odio apaciguarse en su feroz corazón! ¡Que la contemplación de tantas maravillas apague en él el espíritu de venganza! ¡Que el justiciero se borre en él y que el sabio continúe la pacifica exploración de los mares! Si su destino es extraño, es también sublime. ¿No lo he comprendido yo mismo? ¿No he vivido yo diez meses esa existencia extranatural? Por ello, a la pregunta formulada hace seis mil años por el Eclesiastés: «¿Quién ha podido jamás sondear las profundidades del abismo?», dos hombres entre todos los hombres tienen el derecho de responder ahora. El capitán Nemo y yo.


Veinte mil leguas de viaje submarino

 Julio Verne


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