Kinuko Y. Craft |
No le digas mi nombre
-nunca no-
a los demás.
Yo te cambio mis ojos por mi nombre,
pues se echan a vivir y a tener luz
desde que tú me llamas.
Luego, cuando te vayas,
no dejes ahí tiradas las fichas de mi nombre,
recógelo, llévatelo contigo.
Haz con él lo que quieras:
conviértelo en colores,
en conjuro, en hoguera,
mételo en tus retortas,
písalo en tu lagar,
sácale vino y miel,
fermento y alegría.
Y el fruto de esa alquimia
dáselo a los demás a manos llenas;
que circule, en mi nombre,
entre cuantos te vean y te hablen.
Pero mi nombre, no.
Guárdalo tú mi nombre,
dilo a oscuras,
que sólo para ti deja de ser opaco.
Carmen Martín Gaite
¿Por qué las más bellas canciones de amor salen de los corazones rotos?
Sabes cuál es el título de la pintura?
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