El rey Salomón tenía trescientas esposas y setecientas concubinas. Pero sólo hubo una mujer a cuyos pies se postró: la reina de Saba. Y no era ni esposa, ni concubina, era su amada. De modo que, justamente, él le ofreció todo cuanto ella le pidió y mucho más. A cambio, ella se ofreció a sí misma, y su éxtasis no conoció límites y el amor que sentían nunca los traicionó.
Sarah Ban Breathnach
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