martes, 22 de mayo de 2012

23 de enero







Historia de amor imprevisible

De repente se pararon los coches.
La calle se hizo mansa
y tú te fuiste suavemente, sin prisas.
No volví la cabeza.
Mis pies caminaron por sí solos
encadenados a la plácida quietud
de la ciudad inventada por tus manos.
Me gustaba sentirte solo mío
en esta lejanía de semáforos verdes.
Podemos seguir eternamente vivos el uno para el otro
sin esperarnos nada,
sin el menor resquicio de futuro
                          Elsa López

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