Danielle Richard |
"El sol acababa de ponerse y no se distinguían bien los movimientos de la pradera. Tampoco el contorno de quien caminaba al fondo, junto a lo que parecía un perro.
Pero yo, sentado en el porche, sabía quién era, quién avanzaba pausadamente pero en un instante estaba a pocos metros, a punto de bordear la casa hacia el pueblo.
Tantos años, y era inconfundible. La llamé. Nos saludamos, como conocidos. El perro, nunca visto, me miraba con familiaridad. Ella tenía la misma piel dorada del final de los veranos, y al sonreír guiñaba los ojos de igual manera.
Salvé decididamente el metro y medio que nos separaba y la besé en el cuello. Amagó retirarse, un gesto mínimo, pero seguía parloteando. Mis labios lo notaban en su garganta. Besaban con intensidad creciente y ella empezó a responder, desdibujando sus palabras civilizadas, antes de que yo las succionara.
Al levantar la cabeza, la pradera era playa, la de las tardes adolescentes en largo y cortado silencio, a la espera de aquel paso vehemente.
Dos momentos de la eternidad. Entre medias, una vida de viajes, carrera, familia, negocios.
Estabas distraído, musitó ella."
Pero yo, sentado en el porche, sabía quién era, quién avanzaba pausadamente pero en un instante estaba a pocos metros, a punto de bordear la casa hacia el pueblo.
Tantos años, y era inconfundible. La llamé. Nos saludamos, como conocidos. El perro, nunca visto, me miraba con familiaridad. Ella tenía la misma piel dorada del final de los veranos, y al sonreír guiñaba los ojos de igual manera.
Salvé decididamente el metro y medio que nos separaba y la besé en el cuello. Amagó retirarse, un gesto mínimo, pero seguía parloteando. Mis labios lo notaban en su garganta. Besaban con intensidad creciente y ella empezó a responder, desdibujando sus palabras civilizadas, antes de que yo las succionara.
Al levantar la cabeza, la pradera era playa, la de las tardes adolescentes en largo y cortado silencio, a la espera de aquel paso vehemente.
Dos momentos de la eternidad. Entre medias, una vida de viajes, carrera, familia, negocios.
Estabas distraído, musitó ella."
Buenísimo el microrrelato, de la pradera a la playa en un instante, toda una vida. La pintura preciosa, muy de acuerdo al texto.
ResponderEliminarAbrazo amiga
Gracias por tu visita y tus comentarios, encontrarás muchas sorpresas agradables si visitas la página del autor.
EliminarUn abrazo, amigo.
Visite la pagina y efectivamente hay buenas sorpresas.
EliminarGracias
Hermoso relato. Como en la vida real, cuando parece que cruzamos la finísima linea entre los pensamientos y la realidad.
ResponderEliminarUn abrazo, querida amiga