jueves, 1 de noviembre de 2018

"No soy la misma después de haber visto la luna brillar en el otro lado del mundo."
                        Mary Anne Radmacher




 
Aquí en mitad de la noche, justo cuando el sueño aún no me ha vencido y en los pensamientos revolotean con sentimientos intensos. Ahí, justo ahí aparece un recuerdo guardado para siempre en la memoria, donde se guarda lo que verdaderamente importa. Yo con veintipocos años descansando en una cama de hospital, exhausta, feliz por la superar mi segundo parto con valentía y con mi pequeña bebé en brazos. Dispuesta a disfrutar nuestra primera noche juntas. Jorge acompaña a la familia a la puerta y yo aprovecho para intentar descifrar el misterio que esconde el nuevo rostro de un recién nacido. Después de nueve meses imaginando, presintiendo. Ahora el gran momento, una personita diferente, tan fascinante y familiar.
   El día se convierte en flashes de visitas familiares, amigos, enfermeras,...y cuando todo pasa me acerco mi cara a su boquita minúscula y la beso con toda la dulzura que soy capaz, (yo que ya sé como es besar a un angelito).
Consciente de que este momento íntimo y solitario entre las dos será difícil de repetirse. Mi primer angelito de apenas dos años nos espera en casa para compartir este amor. Pero ahora estamos solas. Apenas abre los ojos, duerme plácidamente mientras yo recorro con toda la pasión que son capaces de admirar mis ojos, cada milímetro de su piel.
Disfrutando de su particular aroma.
Hoy la misma luna, treinta años después y... yo estoy en esa misma cama de hospital. Dispuesta a comenzar esta nueva y fascinante aventura.
Su manita ya no agarra mi dedo, pero yo siento que sí . Aunque a estas horas hoy esté justo al otro lado del mundo.
Este día en especial siempre está aquí, junto a mí. Y yo cómo ese día dos de noviembre me derrito de amor.
Felicidades
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