jueves, 6 de febrero de 2014

Situaciones complicadas

Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra; si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo, correrás peligro en cada batalla.
El Arte de la Guerra - Sun Tzu


Frederick Cayley Robinson- A winters evening


 
Lo que comenzó con una simple llamada de reclamación a mi compañía telefónica se convirtió en la mecha hacia una inevitable explosión.
La chispa se enciende cuando quién te contesta es la voz de una máquina. Con un extraño sentimiento de deshumanización comienzo respondiendo a cada una de las preguntas que me formula, nombre, motivo de la llamada, no me entiende, repito, pulse uno para.., pulse dos para.., pulse tres para hablar con un agente. Pulso 3...  Música en la espera. Mis manos se inquietan y comienzo a  rellenar cuadritos de la libreta con mi nuevo bolígrafo de cuatro colores. Intercambio las cuatro tonalidades en una misma letra.
Me trae tantos recuerdos de la infancia este acto.
 Por fin una voz humana, mi DNI, mi número de teléfono.  Le explico el problema. No pertenece a su departamento. Anoto un nuevo teléfono, otra máquina  contesta, otra vez la misma grabación . -Hablar con un agente, repita no se entiende, levanto el tono,  -hablar con un agente-, nueva voz. De nuevo el DNI,  número de teléfono. Vuelvo a repetir el motivo de la llamada. Nuevamente me remite a otro departamento, así sucesivamente voy repitiendo los mismos pasos durante una hora eterna. Exasperante, llego a confundir hasta mi número y  siento como mi equilibrio inicial se quiebra en mil trocitos.
Termino levantando la voz a alguien que no conozco y que  seguramente no se lo merece. Me siento mal por ello. Llego hasta gritar a  la máquina parlante. ¿Donde irán estas grabaciones?
Me confundo,  después de tantas voces ya no se si me dirijo y enfado con la máquina o con la persona. No consigo nada.
Algo ocurre aquí en este lugar donde no sobrevive el amor ni un minuto. Después de esta experiencia me siento  irritada,  exáhusta, vulnerable.
Yo que cuando el sábado pasado compré el bolígrafo de cuatro colores lo hice con la intención de llenar de colorido y alegría las palabras que escribo. Por eso rompo el papel que ha recogido estos sentimientos tan negativos. No me gusta nada lo que he dibujado, refleja claramente la irritación de esta  última hora. Lo veo consumirse en el fuego.
Espero que a partir de ahora no asocie su escritura a este momento.
 Sólo quiero quedarme junto al fuego, en silencio,  en esta tarde de invierno como la bella imagen de Frederick Cayley .  Escucho el viento y lo acompaño "Del suo veloce volo", un regalo de mi dulce sobrina Elisa por mi cumpleaños.  Con ella si me gusta hablar.
Una vez más el arte y la música me rescatan.
Eva



 

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