viernes, 12 de junio de 2020

LEGADO


Antonia Ferrer


    Mi padre acostumbraba a decirnos cuando éramos pequeños: "Si un desconocido se acerca para ofreceros algún caramelo o deciros algo, le contestáis: “Espera un poquito que ahora viene mi padre y se lo dices a él".   
   Nosotros, a pesar de nuestra corta edad, ya notábamos que esa advertencia no parecía contener la suficiente eficacia, sonaba más bien como una amenaza absurda. ¿Cómo iba un presunto acosador infantil a huir ante aquellas palabras?


    Hace ya muchos años de esas cosas de mi padre, pero me basta con hablar de ello para escuchar su voz claramente y sentir una gratitud inmensa.
Así actuaba él. Era un ser único e irrepetible.
Nosotros lo veíamos siempre como un ser poderoso e invencible. Pensaba como un león y actuaba como tal.
¿Quién es el animal más fuerte de la selva? No teníamos Trivial, pero sí a él.  Preguntas sencillas lanzadas en mitad de una comida obtenían el efecto deseado. Cada uno daba su opinión, y todas eran legítimas y defendidas con vehemencia. La intensidad forma parte de nuestra existencia. Así aparecieron y se forjaron los rasgos del carácter. 
  Nunca vi con tanta claridad la importante enseñanza de cada gesto o pregunta, adaptado y creciendo con nuestra edad.

 Con mi padre podíamos nadar hasta el fondo del mar. Cuando nos cansábamos de bracear, no importaba, sólo teníamos que apoyar la mano en su hombro de forzudo, que surgía como una roca del mar.  El regreso a la orilla era maravilloso y feliz. La aventura en el agua era como todos nuestros juegos:  bulliciosos, escandalosos y llenos de complicidad. Mientras nos agitábamos sin parar, el león regresaba a la orilla con cuatro cachorros de labios amoratados y dedos arrugados, ansiosos por llegar antes a la toalla y el bocadillo, y todo esto sin alterar su estabilidad.  
    
Le conocí infinidad de trabajos, pero su mejor oficio, el que desempeñaba con auténtica pasión y del que tuve la inmensa fortuna de formar parte, fue el de padre. 
No se conformaba con enseñarnos a amar la cultura, repetía frases y poemas que, por insistencia, terminaban grabados en nuestra memoria. Nos hacían pensar, contestar, participar y siempre, siempre tenía la respuesta adecuada a cada pregunta, y lo hacía con una inmensa sonrisa de felicidad. Porque mi padre era, a parte de un león, un sabio muy feliz.

¡ Qué importantes han sido estos momentos en nuestra vida!  Por eso siempre lo siento junto a mí.
 Él nos recordaba tanto que siempre, en cualquier momento de peligro, estaría ahí a nuestro lado, que hoy en día entiendo esa fortaleza que nos salva. Viene de nuestro origen, pero con toda seguridad de sentirnos queridos y protegidos sin límites.  Sabemos que él siempre acude, cuidando y salvaguardando a toda la familia y de cualquier peligro.

    Llegaste a esta vida para apartarnos de lo banal y enseñarnos a disfrutar de la belleza que se esconde en el camino.


   Siento un orgullo muy grande de ser tu hija.


  Te amo con todo mi corazón.



2 comentarios:

  1. Maravillosas experiencias relatadas desde el alma. Papá siempre estará con nosotros. Gracias

    ResponderEliminar
  2. No hay mayor patrimonio que los recuerdos de unos padres amorosos.
    Un beso.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...