martes, 14 de agosto de 2012

El libro de los abrazos



Querida Eva:
Como te conté ayer por teléfono, he tenido el placer inmenso de que el azar haya puesto en mis manos este libro. No me preguntes cómo ha sido, creo que hay un poco de magia en todo lo maravilloso que nos sucede en la vida. Lo cierto es que leí una brevísima reseña del libro y su nombre quedó impreso en mi memoria, pasé por la librería París-Valencia por casualidad, pregunté por casualidad… y allí estaba:“El libro de los  abrazos” del escritor uruguayo Eduardo Galeano.
Soy de las personas que pienso que uno no debe sustraerse a aquello que lo emociona porque es impagable, y este libro ha hecho que mis ojos se llenaran de lágrimas muchas veces al final de cada historia.
Se trata de poco más de un centenar de pequeñas relatos en las que el lenguaje es sencillo, la redacción es sencilla, los temas son sencillos… pero cada una de las pequeñas historias habla directamente al alma. En tiempos de tanto materialismo y prosaísmo, no está mal encontrar con este pequeño monumento a la sensibilidad.
Te he transcrito algunas de ellas. He tenido que elegir entre muchas historias maravillosas y, eran tantas, que siento la pena de no poder enviártelas todas… te dejaré el libro.
                                         Hasta pronto.
                                           Pepita.





LOS  TRES  HERMANOS
              En Nicaragua, en los años de la guerra contra Somoza, Sofía Montenegro dormía mal.
               Sus hermanos eran el tema de las pesadillas más frecuentes. Ella soñaba con una emboscada y una lluvia de balas, en pesadillas que ocurrían en paisajes de ninguna parte o allá por la subidita que va a Tiscapa. Después de la última ráfaga, un hermano de Sofía, teniente coronel de la dictadura, arrancaba los pañuelos que cubrían las caras de sus víctimas: y entre los muertos estaba el otro hermano.
                 Junto a ese hermano, el que caía en el sueño, militaba Sofía en el Frente Sandinista. El hermano enemigo, el teniente coronel, había bombardeado la ciudad de Esteli  y había torturado prisioneros.  Pero en los sueños de Sofía, los dos hermanos, el militar y el guerrillero, tenían sus ojos: los dos eran iguales a ella. Los dos eran ella.
                                 


CELEBRACIÓN  DE  LAS  BODAS  DEL  CORAZÓN  Y  LA  RAZÓN
         ¿Para qué escribe uno, si no es para juntar sus pedazos? Desde que entramos en la escuela o la iglesia, la educación nos descuartiza: nos enseña a divorciar el alma del cuerpo y la razón del corazón.
         Sabios doctores de Ética y Moral han de ser los pescadores de la costa colombiana, que inventaron la palabra sentipensante  para definir el lenguaje que dice la verdad.

                               

FIESTA


        Entraba suave el sol, el aire limpio y el cielo sin nubes. Hundida en la arena, humeaba la olla de barro. En el camino de la mar a la boca, los camarones pasaban por las manos de Zé Fernando, maestro de ceremonias, que los bañaba en agua bendita y sal y cebollas y ajo…
        Había buen vino. Sentados en rueda, los amigos compartíamos el vino y los camarones y la mar que se abría, libre y luminosa a nuestros pies.
        Mientras ocurría, esa alegría estaba siendo ya recordada por la memoria y soñada por el sueño. No iba a terminarse nunca, y nosotros tampoco, porque somos todos mortales hasta el primer beso y el segundo vaso, y eso lo sabe cualquiera… por poco que sepa.
                     
                        
                      LAS  HORMIGAS

        Tracey Hill era una niña de un pueblo de Connecticut, y practicaba entretenimientos propios de su edad, como cualquier otro angelito de Dios en el estado de Connecticut o en cualquier otro lugar del planeta.
        Un día, junto a otros dos compañeritos de la escuela, Tracey se puso a echar fósforos encendidos en un hormiguero. Todos disfrutaron mucho de este sano esparcimiento infantil: pero a Tracey la impresionó algo que los demás no vieron –o hicieron como que no veían- pero que a ella la paralizó, y le dejó para siempre una señal en la memoria: ante el fuego, frente al peligro, las hormigas se separaban en parejas, y de dos a dos, bien juntas, bien pegaditas, esperaban la muerte.

                    .

CELEBRACIÓN  DE  LAS  CONTRADICCIONES  /2
        Desatar las voces, desensoñar los sueños: escribo queriendo revelar lo maravilloso, y descubro lo real maravilloso en el exacto centro de lo real horroroso de América.
        En estas tierras, la cabeza del Dios Eleggúa lleva la muerte en la nuca y la vida en la cara. Cada promesa es una amenaza; cada pérdida un encuentro.
        De los miedos nacen los corajes; y de las dudas las certezas. Los sueños anuncian otra realidad posible y los delirios otra razón.
        Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. La identidad no es una piza de museo, quietecita en una vitrina, sino la siempre asombrosa síntesis de contradicciones nuestras de cada día.
        En esa fe, fugitiva, creo. Me resulta la única fe digna de confianza, por lo mucho que se parece al bicho humano, jodido pero sagrado, y a la loca aventura de vivir en el mundo.

      

 

CELEBRACIÓN  DE  LA  AMISTAD


        En los suburbios de La Habana, llaman al amigo: mi tierra  o mi sangre.
        En Caracas, el amigo es mi pana o mi llave; pana por panadería, la fuente del buen pan para las hambres del alma; y llave por…
-Llave por llave-  me dice Mario Benedetti.
Y me cuenta que cuando vivía en Buenos Aires, en los tiempos del terror, él llevaba cinco llaves ajenas en su llavero: cinco llaves de cinco casas, de cinco amigos: las llaves que lo salvaron.
                                    

NOCHEBUENA


        Fernando Silva dirige el hospital de niños de Managua.
        En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse. En su casa lo esperaban para festejar.
        Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo quedaba en orden, y en eso estaba cuando sintió que unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón: se volvió y descubrió que uno de los enfermitos le andaba atrás. En la penumbnra lo reconoció. Era un niño que estaba solo. Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizá pedían permiso.
        Fernando se acercó al niño y lo rozó con la mano:
-Decile a… -susurró el niño-. Decile a alguien que yo estoy aquí.

                     
 

 

 

Texto:“El libro de los abrazos”. Eduardo Galeano

Imágenes:Eleanor Fortescue-Brickdale ~ Idylls of the King ~ 1913

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...