martes, 15 de abril de 2014

Londres


 "En los ojos de la gente, en el ir y venir y el ajetreo; en el griterío y el zumbido; los carruajes, los automóviles, los autobuses, los camiones, los hombres-anuncio que arrastran los pies y se balancean; las bandas de viento; los organillos; en el triunfo, en el campanilleo y en el alto y extraño canto de un avión en lo alto, estaba lo que ella amaba: la vida, Londres,( )".
 'La señora Dalloway'- Virginia Wolf.




Lo verdaderamente hermoso de un viaje comienza mucho antes de emprenderlo. Mientras haces planes,  imaginas, dibujas itinerarios. La mente emprende un juego con dos entrañables amigos, los sueños y las posibilidades.
 Se ponen en marcha nuevas ilusiones. Se encienden sensaciones de color intenso.
 Al regresar, no sólo desciendes del cielo, y con más volumen de equipaje.
 Es necesario dejar pasar un tiempo para asimilar lo vivido.

Ahora los ojos atentos que han pasado días en movimiento constante, alimentando una  curiosidad insaciable,  necesitan bajar los párpados y mirar hacia dentro,  allí en ese lugar de silencio y pausa,  donde interiorizas el paisaje vivido. Donde has ido almacenando cada momento y detalle con adjetivo propio.

Londres ya me había fascinado la primera vez que la visité.  Confieso que desde ese día se convirtió en una de mis ciudades favoritas.
 Es uno de esos lugares vitales de los que te despides siempre con un hasta pronto, porqué sabes que algún día inevitablemente has de volver.
Esta vez acudí a la cita con una compañía distinta, incluso diferente estación del año. Afortunadamente me esperaba el cielo tan gris y fascinante como recordaba y vivir alguna inquietante sensación Déjà vu, (demasiado soñadora).

Al llegar aspiré profundamente aquel aire fresco tan agradable, que con esta nueva primavera parecía  cargado de los aromas que brotan de la lluvia .

Un paisaje que invita a pasear. Calles dignas de las historias que han inspirado (elemental) a tantos escritores y artistas.
 Árboles que recordaba desnudos y semejantes a cualquier obra escultórica contemporánea,  ahora ante mis ojos,  nuevos,  superando cualquier expectativa.
 Sólo queda de aquel otoño y reconozco los viejos troncos oscurecidos por el frío y la humedad. Las  flores y hojas que dormían en su interior y yo ya presentía entonces,  ahora se presentan y tengo que contener la fuerte tentación de acariciar.  La dejo (de momento) suspendida en el espacio.

Vuelvo a apropiarme de la cámara, hacía años que no sentía tanta necesidad de hacerlo.
Me distrae  la luz de la mañana, unos labios, un color de ojos fascinante, inesperado. Calles, museos con colecciones  asombrosas e irrepetibles donde hurgar tantos secretos del pasado.  Diversidad de rostros, parques, músicos,  flores, el arte que está por todos lados envuelto en una extraña y fascinante contraste, entre la euforia al aire libre y el ambiente más sombrío.
Se convierte en un placer contemplar desde el puente la marea baja y las huellas que deja el movimiento del agua del Támesis en la noche.
 La humedad antigua que vive en los gruesos muros, el vuelo de las gaviotas, los modernos edificios asomando con su fuerza y juventud,  rompiendo el clásico e inconfundible estilo londinense. Ahí creo que reside el misterio de esta belleza, en la armonía entre la antigüedad más clásica y la vanguardia más actual, aquella que aparece sin permiso, sin excusa y que expira en cada rincón de esta ciudad.

Un mar de rostros se cruzan a nuestro paso, algunos con rasgos inconfundibles de más de un continente. Torre de Babel... aquí parece alojarse la herencia del mundo.

Acabo de advertir que el olor a coco del jabón del hotel permanecerá unido para siempre a estos pensamientos ya convertidos en recuerdos de este viaje.  Rescato uno por uno y selecciono este por su intensidad:
  Las manos de Jorge sirviendo el té en una cálida cafetería frente a la catedral de San Paul, mientras asimilamos la grandeza de lo visto en su recorrido por el interior. Y la voz  interna de mis recién estrenados cincuenta advirtiéndome:
"Saborea este momento. Todo pasa tan rápido"
Aunque estemos lejos del hogar y de nuestro Mediterráneo. ¡Qué dulce existir en ese momento!
Eva





































































2 comentarios:

  1. ¡Que lindo Viaje!. Las fotografías me han hecho sentir como si hubiera viajado.

    Me ha gustado mucho, un abrazo amiga.

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  2. Pues has tardado demasiado en coger tu cámara, entonces, porque son muy buenas fotos.
    Pero no es eso con lo que me quedo. Me gusta pensar en que los recuerdos vienen vinculados a olores...la descripción que has hecho es maravillosa y hasta he sentido envidia de ese olor de manos......olor a coco

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