miércoles, 30 de abril de 2014

Mi jardín secreto


"Todos los siglos, desde que se inició el mundo, se han descubierto maravillas. Así, el siglo pasado se descubrieron cosas más asombrosas que el siglo anterior, y este nuevo siglo saldrán a la luz cosas aún más extraordinarias. Al principio la gente se niega a creer que algo nuevo e inusitado pueda lograrse, luego ven que sí es posible, y cuando ya está hecho todos se preguntan por qué no se hizo hace ya siglos. Una de esas novedades que se empezaron a descubrir el pasado siglo fue que los pensamientos, los simples pensamientos, son tan poderosos como las pilas eléctricas, tan beneficiosos para uno como la luz del sol, o tan perjudiciales como el mismo veneno. Así pues, permitir que penetre en la mente un pensamiento triste o negativo es tan peligroso como dejar que entre en el cuerpo un microbio de escarlatina. Y si se permite que allí se quede una vez dentro, es posible que no nos podamos deshacer de él en la vida......Cosas mucho más extraordinarias le pueden suceder a quien, cuando le viene a la mente un pensamiento desagradable o descorazonador, tiene el buen juicio de acordarse a tiempo y expulsarlo, poniendo en su lugar otro pensamiento grato y decididamente valeroso; y es que no puede haber dos cosas en un mismo lugar: Donde haya una rosa, hijo mío, no crecerán villanos. "
Frances Hodgson Burnett
                                                       El jardín secreto (fragmento)


Jessie Willcox Smith

En la maceta más grande de la terraza, allí donde vive el jazmín, han crecido unas ortigas. Puedo imaginar de qué forma han llegado hasta allí, este pueblo donde vivo está rodeado de campos (lo agradezco cada primavera cuando el aire se impregna de un adorable olor a azahar) y resulta fácil suponer que el mismo viento, que llega cargado de olores, arrastre también diminutas semillas llevándolas lejos de su elemento natal. Existe también la posibilidad de que esta planta espinosa se haya adherido a un pequeño pájaro rojo que me visita con frecuencia.
Como sea, la naturaleza es sabia, creo que por eso la ha traído esta vez hasta aquí.
Cuando Jorge ha subido a regar las plantas y las ha visto por primera vez, me ha llamado para que subiera a contemplar el curioso milagro. 
Mentiría si dijera que no me fascina  reconocer en él tanta ilusión. 
Me gusta sentir que tampoco las considera una "mala hierba",  expresión que siempre me costó entender.
 La ortiga, aunque parezca una planta común,  no es como las otras, la diferencia la pone precisamente la ausencia de vanidad, una sencillez natural, y sus espinas que sólo son un escudo para protegerse contra lo desconocido. 
Aquí en esta zona crece salvaje en los campos, a la sombra de los árboles. Es tan habitual,  y el escozor que provoca su roce,  tan molesto, que queda para siempre en la memoria de cualquier niño que disfrute del  privilegio de la vida en el campo. 
De pequeño aprendías a evitarlas más por la experiencia propia que por los consejos de los mayores,  que te advertían de sus fastidiosas molestias.  Cualquier incursión en la naturaleza implicaba llevar calcetines largos o pantalones,  y por supuesto no tocarlas, cosa verdaderamente difícil de evitar cuando alguien más que amar... siente verdadera pasión por la naturaleza. 
 Demasiadas ocasiones hemos padecido ambos las molestas y diminutas bambollas en los dedos y en las piernas. 
La memoria juega con los recuerdos y la ternura de los niños que un día fuimos. No sólo hablo en nombre propio, me resulta fácil hacerlo en el de Jorge niño, conozco bien la historia de cada una de sus cicatrices, como él conoce las mías. Competimos en número y tamaño.  
He tendido la ropa al sol en la mañana y he contemplado con una sonrisa este nuevo y salvaje inquilino de la terraza. Con su visión inevitablemente he volado hacia esos lugares cercanos de donde llega y a otros muy lejanos en los años dulces e  intensos de los nuestra infancia. Hoy vivo cada una de esas  señales de  supervivencia.

Me paro a contar los moretones que pueblan mis  rodillas, a él no le salen con tanta facilidad. 
Siento una ternura infinita por cada uno de nuestros desatinos, despistes, resbalones en el agua,  picaduras de abejas Maya, torpezas, tropiezos, arañazos cogiendo moras, caídas de columpios, bicicleta,  motos, árboles. Disparates , peleas, urticaria, cortes, uñas moradas,  pedradas,  equivocaciones, señales de tantas aventuras vividas. 
Doy por seguro que de conocernos entonces, nos hubiéramos besado mucho antes.

 Al llegar la noche Jorge ha subido como cada día a contemplar el crepúsculo. Ha regresado feliz, con el mismo entusiasmo que descubrí frente al espejo esta mañana, noto que su memoria ha viajado en el mismo vagón.
- "Es ortiga de la verdadera", me ha dicho.
-¡Pica!

                                                                                                                           Eva

1 comentario:

  1. La belleza de tener un jardín, el placer de ver crecer las plantas, flores.

    Un jardín puede ser la metáfora de nuestra alma, si nos dedicásemos a arrancar todas las malas hierbas tendríamos un jardín artifificial, pero no un jardín equilibrado
    Un abrazo

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