Soñaba con
las noches del desierto y con escuchar en ellas, de boca de aquellos beduinos que ya
tenía tan cerca, esos largos poemas que cantaban sus hazañas y que tanto me habían
impresionado en los libros. Ahora yo iba a formar parte de esas leyendas. Me veía sobre
una camella, vestido con un jaiqe de seda blanco, ceñir el aqal sobre mi quffiya
preparándome para una carga como las que habían devorado mis anhelos juveniles.
El atardecer era de tono rojizo suave. Después de
cenar nos tumbamos al raso a beber café. Cayó la noche y el firmamento resplandecía
de estrellas. Auda las contemplaba ensimismado.
-¡Qué belleza! -exclamó de pronto.
-Sí. Es un espectáculo hermosísimo –convine yo.
-Es más que un espectáculo -dijo-. Se ve a Dios.
Texto: Laurence de Arabia.
La corona de arena
Jose Mª Alvarez
Precioso viaje, lugar y texto. Me dan unas ganas de realizar un viaje a Arabia.
ResponderEliminarFelicitaciones
Un abrazo