lunes, 27 de enero de 2014

III Postal desde la India - Impresiones de Kolkata

"No debemos permitir que alguien se aleje de nuestra presencia
sin sentirse mejor y más feliz."
Madre Teresa de Calcuta 
  
Querida Moncollage:
Nunca antes estuve tan dentro de "la auténtica India" ni tan cerca del Océano Índico.
He llegado  hasta el estado de Bengala con la ilusión de conocer la  ciudad de Kolkata, aquella que describió Julio Verne en su famosa novela "La vuelta al mundo en 80 días" y que vió nacer a tu admirado Tagore (ya ves donde quiera  que voy siento que viajas conmigo).


No es fácil sobrevivir en mitad del caos, o circular donde nadie respeta el código de circulación. La distancia que separa el aeropuerto de la ciudad, una hora aproximadamente, transcurre como un sueño extraño, ¿será por hacerlo realidad? A saber... El viaje dentro del taxi nos lleva a la casa familiar de mi amiga Dona. Lo que veo a través de la ventana es tan distinto a todo lo visto desde mi llegada a este país. Pienso que si fuera pintora (uno de mis sueños frustrados) no sabría por donde comenzar este cuadro, hay demasiado color e intensidad que asimilar.


Sorteamos todo tipo de vehículos, esquivamos peatones,  rickshaws, bicicletas, animales... no hay posibilidad de distracción para el que intenta algo parecido al verbo conducir. Dentro de esta espesura geográfica que supera los trece millones de habitantes no me queda otra opción que transformarse en agua, una pequeña gota.
Kolkata, también conocida como "La ciudad de la alegría" tiene como santa patrona a la diosa Kali. A ella tendré que agradecerle que ninguno de los diferentes vehículos que invaden con absoluta normalidad nuestro carril haya chocado con nosotros.
Con todo esto desde mi llegada me acompaña una certeza: No saldré de esta aventura, en la delirante  ciudad que se extiende a orillas del río Hugli, igual que cuando llegué.

.
Pero lo mejor me espera al atravesar la puerta de la casa. Una casa donde conviven en perfecta armonía tres generaciones de una misma familia. Durante mi estancia cada miembro de la familia y hasta del vecindario, se esfuerza por hacerme agradable la estancia y casi a la hora siento que ya no soy la invitada, sino una más entre ellos.  

Son admirables los detalles de respeto reflejados en cada saludo y la convivencia  entre ellos me explican más y mejor que cualquier libro. La bondad aquí adopta cualquier forma. Se habla en bengalí y en inglés, como sea, pero siempre sonriendo.  Y no sé si es por mi piel, mi estatura o mi pelo que todos quieren una foto a mi lado, me agasajan y parecen entusiasmados, yo me divierto. Al parecer, la diferencia resulta tan exótica para ellos como para mí sus costumbres.


Tras cumplir con los compromisos que nos llevaban a la ciudad, visitamos los edificios más emblemáticos. Dona tiene preparado para mí un itinerario imprescindible: algunos templos y el monumento a la reina Victoria como huella de tantos años como colonia inglesa. Por otra parte, me atrevo con la comida calcutense, y compruebo que tenía razón, es algo distinta de donde venimos. Me encantan/enganchan los dulces de este país.


 Entre la espesa polución que flota en el aire circulan multitud de transportes colectivos. Aquí si algún pasajero llega tarde o no cabe, no hay problema, cualquier ventana, barra o puerta donde una mano pueda asirse será suficiente plaza para desplazarse por la ciudad. El peligro al que se expone cada individuo de los que viajan de esta curiosa manera, lo asume única y exclusivamente él. La supervivencia, un milagro; yo, en shock. La diosa Kali tiene verdaderamente mucho trabajo aquí.


En la noche las mujeres de la casa recuperan tantas horas extraviadas en la distancia, y es en esos momentos de risas y confidencias entre mujeres cuando me acuerdo especialmente de nuestras noches de verano conversando hasta altas horas. Ya ves que el amor entre madres e hijas es un lenguaje universal.

Las cálidas y entrañables palabras que pronuncia frente a todos el cabeza de familia en la despedida será un recuerdo que me acompañará siempre y el viaje de vuelta hacia "mi casa" en Goa me invita una vez más a la reflexión: "Hemos avanzado mucho, pero tenemos tanto que aprender".

Que afortunada me siento de haber vivido esta experiencia.

Eva Clérigues


 Juguetes

¡Qué feliz eres, niño, sentado en el polvo, 

divirtiéndote toda la mañana con una ramita rota!

Sonrío al verte jugar con este trocito de madera.

Estoy ocupado haciendo cuentas, 

y me paso horas y horas sumando cifras.

Tal vez me miras con el rabillo del ojo y piensas:

«¡Qué necesidad perder la tarde con un juego como ese!»
                                                       Niño, los bastones y las tortas de barro 
                                                       ya no me divierten; he olvidado tu arte.

Persigo entretenimientos costosos 

y amontono oro y plata.

Tú juegas con el corazón alegre con todo cuanto encuentras.

Yo dedico mis fuerzas y mi tiempo

a la conquista de cosas que nunca podré obtener.

En mi frágil esquife pretendo cruzar el mar de la ambición, 

y llego a olvidar que también mi trabajo es sólo un juego.

Rabindranath Tagore


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1 comentario:

  1. Eva:

    Me encanta esta entrada, me ha transportado a esta ciudad que evocan tantos libros, películas, escritores. "La ciudad de la alegria" o "la ciudad de los palacios", de la madre Teresa, Rabindranath Tagore etc..

    Un abrazo

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