miércoles, 25 de julio de 2012

Una mañana de playa

 Una extraña mañana de verano, me despierto antes de lo esperado con la música que llega desde el otro lado de la puerta, intento inútilmente capturar un sueño que me quedó enredado y al abrir los ojos comienza a evaporarse tan rápido como el humo de la cafetera a la que me acerco, a mi alrededor la casa que recupera su actividad por unos días, la melodía de Los Secretos
"He muerto y he resucitado. 
Con mis cenizas un árbol he plantado, 
su fruto ha dado y desde hoy algo ha empezado..."
las voces  de mis hijas que me hablan y contesto, aunque mi prioridad  en este momento extraño que separa la realidad de la noche sigue siendo recuperar mi sueño, lo invoco, no lo consigo, se aleja, llega sólo en forma de flashes, imposible retenerlo, me doy por vencida, lo dejo partir, siempre con un sentimiento de rabia infantil, intentando buscar un culpable. Me encanta el sano ejercicio de descifrarlo en soledad, frente a un café caliente y descubrir lo que encierran mi subconsciente, hay veces que me sorprendo de mi misma, de mis pensamientos, aunque hoy ya intuí  que el día era extraño.
  Amanece nublado y el proyecto de excursión a la playa se suspende. Las vacaciones y las horas nocturnas de charlas robadas al sueño se reflejan en nuestras rostros, sólo los perros y Ángela despiertan pletóricos y con ganas de jugar, los dientes de Max (el único perro que sonríe) nos alegran la mañana, nos contagia de su energía que llega a todas partes, como una campanilla traviesa de cuento. 
Un almuerzo en un día de vacaciones donde no falta de nada, la mesa con el nuevo mantel rojo, el pan recién hecho,  jamón, tomate,  zumo y sobre todo tiempo para nosotros, la lentitud... ¿el secreto de la felicidad?
Silvia llega temprano, aquí donde el amor la acoge.
 Con su carpeta bajo el brazo dispuesta a compartir con nosotros la primicia de sus últimos dibujos,  nunca deja de sorprenderme su talento natural, ni su bonita sonrisa y esa mirada profunda que sólo poseen los artistas, capaz de descifrar ángulos y encontrar la línea exacta. La casa hoy parece llena de confidencias, novedades y risas, Max intentando conquistar su caricia, aparece ahora con una caja de tiritas entre los dientes y los ojos brillantes producto de la hazaña recién cumplida, ¿de qué bolso habrá sacado esa caja? -me pregunto-. Nerón, pequeñito y tierno, le sigue a todas partes con devoción y sumisión, seguro que él sí conoce la procedencia de la prueba del delito y seguro también que si fuera capaz de hablar nuestro lenguaje nos lo contaría, para vengarse de su injusto dominio y tantas cosas más que sólo adivinamos en sus ojos. 

 Acercas tu mano a la mía y entiendo que hoy no necesito más, no importa que no veamos el mar aquí tengo mi habitación con las mejores vistas.
  Ellas siguen adelante hablando de canciones, dibujos, Silvia me pide el libro que su padre me trajo de Nueva York, "Looking East" de Steve McCurry, le interesan especialmente los rostros, el enigma que encierra cada mirada, sin duda uno de los tesoros de mi casa.
 Leemos mi última entrada y hablamos del autor, de amores nuevos y viejos, de nuevos proyectos, y me sorprendo al comprobar que sus mentes han madurado, da gusto participar de sus conversaciones, ya no hablo con niñas, ahora son unas verdaderas mujeres las que tengo frente a mí,  afrontando la vida que les ha mostrado su parte más dulce y también algún sinsabor. 
Hoy a pesar de las nubes parece que la vida viene muy bonita.
Una llamada de los abuelos desde la playa corrobora nuestro pronóstico, no es un buen día para el baño, la playa no admite más huéspedes, y un molesto viento levanta la arena, no importa, todavía nos esperan muchos días para el baño .
 Las observo, están radiantes, lucen su espléndida juventud. Ante mí la belleza que más me estremece y admiro, tanto que aprovecho un descuido de las tres juntas para inmortalizar el momento, la vida que está hecha de momentos como estos que se esfuman, que no vuelven, que son únicos.
 Jorge ha subido a la terraza, su lugar favorito, allí cerca del cielo es donde mejor se siente, normal (le pasa por ser un ángel), se distrae regando las plantas y yo aprovecho para escribir esta nueva entrada.
 Mi sobrina me ha traído hoy la canción que acompaña sus dibujos, ha elegido a Manel, me gustan sus letras y me satisface pensar que la poesía siga guiando las almas de las nuevas generaciones.  Vengo hasta  aquí  a mi rincón,  mientras escribo, Jorge que acaba de bajar se aproxima  y me regala un ramillete de pequeños jazmines que perfuman rápidamente mi espacio, me encanta su detalle, se lo agradezco con la mirada y me enamoro más todavía, creo que acabo de capturar mi sueño .

                                                                                                                              Eva Ferrer
























El teu avi tenia un bigoti llarg i blanc,
i el sucava en cervesa tèbia en tavernes dels Alps.
Pels matins les teves tietes baixen a banyar-se,
a una platja escenari de la Segona Guerra Mundial.

Dona estrangera,
com em veuen els teus ulls?

Ton pare destil·la prunes i les deixa fermentar,
i en fires exsoviètiques ven licor de vuitanta graus.
Al jardí la teva àvia vesteix kimono blanc,
mentre el sol vermell es pon entre les branques d'un bonsai.

Dona estrangera,
com em veuen els teus ulls?

Dona estrangera.

Mentre ballem em mullen les aigües del Rin,
entro amb un tanc rus a Berlín,
m'espanta el teu passat víking.

Mentre ens besem entre copes d'arbres gegants,
ta mare resa a déus estranys,
ton pare educa uns elefants.

Quan fem l'amor dos-cents dansaires otomans,
giren contents al meu voltant,
somriuen i piquen de mans.

I ens abracem i pujo en un tramvia groc,
passejo entre obres del Barroc,
em perdo en la Terra del Foc




Tu abuelo tenía un bigote largo y blanco,
y el mojaba en cerveza tibia en tabernas de los Alpes.
Por las mañanas tus tías bajan a bañarse,
a una playa escenario de la Segunda Guerra Mundial.
  

Mujer extranjera,
me ven tus ojos?

Tu padre destila ciruelas y las deja fermentar,
y en ferias exsoviéticas vende licor de ochenta grados.
En el jardín tu abuela viste kimono blanco,
mientras el sol rojo se pone entre las ramas de un bonsai.

Mujer extranjera,
como me ven tus ojos?

Mujer extranjera.

Mientras bailamos me mojan las aguas del Rin,
entro con un tanque ruso en Berlín,
me asusta tu pasado vikingo.

Mientras nos besamos entre copas de árboles gigantes,
tu madre reza a dioses extraños,
tu padre educa unos elefantes.

Cuando hacemos el amor doscientos danzantes otomanos,
giran contentos a mi alrededor,
sonríen y aplauden.

Y nos abrazamos y subo en un tranvía amarillo,
paseo entre obras del Barroco,
me pierdo en la Tierra del Fuego.


Imágenes: Silvia Ferrer Tomás
Canción: Manel
Texto:Eva Ferrer

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