martes, 16 de octubre de 2012

Viajes admirables


Tenemos que obligar a la realidad a que responda a
nuestros sueños, hay que seguir soñando hasta
abolir la falsa frontera entre lo ilusorio y
lo tangible, hasta realizarnos y descubrirnos
que el paraíso estaba ahí, a la vuelta
de todas las esquinas.

— Julio Cortázar, Alcor, 1964



            No podía ser que fuéramos los únicos en interesarnos por esta otra autopista que poco a poco nos deja penetrar en sus secretos, tomándonos cariño como se lo vamos tomando nosotros a ella, y así con poco ruido y sin violencia entramos en posesión de sus caminos, senderos y lugares recónditos, y eso se asemeja al hecho de ir poseyendo a un ser amado en la cama, con caricias y miradas y murmullos que poco a poco se revelan como puertas y ventanas tras de las cuales siempre hay otras, más dulces, más bellas, y al final nadie sabe quién abre la puerta, quién es la ventana y quién tiene a quién entre los brazos. Así con la autopista...


        ...Hemos comprendido hasta qué punto la verdadera autopista no es aquella, sino la paralela que sospechábamos desde hace años y que por fin vivimos (tan bien que ya nos parece perfectamente normal estar así a la orilla de la ruta, hay que sacudirse de vez en cuando para acordarse de que es una aventura y no solamente otra versión de la vida de todos los días).



        ...Jamás concebimos ni realizamos la experiencia con intenciones subyacentes. Era un juego para una Osita y un Lobo, y lo que fue durante treinta y tres maravillosos días. Frente a preguntas turbadoras, nos dijimos muchas veces que si hubiéramos tenido presentes esas posibilidades la expedición hubiera sido otra cosa, acaso mejor o peor pero nunca ese avance en la felicidad y en el amor del que salimos tan colmados que nada, después, incluso viajes admirables y horas de perfecta armonía, pudo superar ese mes fuera del tiempo, ese mes interior donde supimos por primera y última vez lo que era la felicidad absoluta.


           

    Julio Cortázar (Argentina, 1926-1984) – Carol Dunlop (Canadá,1946-1982)

                                                                                                    



Tu mano escribe, junto con la mía, estas últimas palabras en las que el dolor no es, no será nunca más fuerte que la vida que me enseñaste a vivir…




Hacia finales del mes de mayo de 1982, Julio y Carol deciden pasar treinta y tres días en la autopista París-Marsella, deteniéndose en todos los paraderos que encuentren a su paso, a bordo de una vieja y destartalada furgoneta Volkswaguen de color rojo, a la que apodan Fafner y que se convertirá a lo largo de un mes en una casa rodante cuyo equipaje consistirá en víveres, utensilios de aseo, ropa, libros, una cámara de fotos, dos máquinas de escribir y algunas cintas de música.
Los pormenores de este viaje están relatado por Carol Dunlop y Julio Cortázar en el libro  " Los Autonautas de la Cosmopista"
Imágenes:Eva Clérigues
Imagen  Cortázar y Carol Dunlop: Google 
Textos extraído de: Los autonautas de la cosmopista o Un viaje atemporal París-Marsella, Ed. Muchnik Editores, Barcelona, 1986.

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