miércoles, 4 de abril de 2012

Homenaje a Antonio


          De vez en cuando tropiezas con una noticia capaz de abrir el cajón que nunca miras. Posiblemente, porque cuando lo abres se esparce con rapidez una humareda llamada nostalgia. Antonio Mingote ha fallecido e inevitablemente otro Antonio viene a mi mente. Es imposible no relacionarlo, forma parte de la vida de mi padre, de sus detalles cotidianos, de su sentido del humor, de su sensibilidad. Hoy volví a verlo sentado frente al periódico un domingo cualquiera, después de repasar la actualidad, tenía la costumbre de recortar la viñeta de Mingote para meterla en una vieja carpeta, sus pequeñas cosas. Yo que por mi afición al collage disfruto tanto eligiendo imágenes capaces de motivarme y las recorto, leí hace tiempo que sin darme cuenta estaba utilizando una poderosa herramienta de motivación (Nuestra autenticidad yace escondida en los pequeños detalles de la vida cotidiana). Por eso, hoy he vuelto a pensar en mi padre, en sus manos "regordetas", entrañables, recortando con poca habilidad sus imágenes favoritas y agradezco en su nombre el regalo que este artista le ofrecía y que él guardaba como un tesoro en su caja de placeres secretos, seguro que otro Antonio, heredero de esta valiosísima joya, al abrir la carpeta reconozca entre estos viejos papeles el reflejo de su alma.


Acompaño estas palabras de las crónicas de actualidad que los compañeros de Mingote han escrito hoy sobre él:

"Antonio Mingote ha fallecido a los 93 años, 59 consagrados a ABC. Dibujante, escritor, académico, marqués de Daroca, un ser de luz admirable. Nadie derramó tanto prodigio en vida. Nadie fue tan generoso con el prójimo.
Murió rodeado de lo suyos: su alma y esposa Isabel Vigiola, su hijo Carlos, su nieto Pablo... su familia, a la que adoraba. Dios ha llamado a su reino a su Y se despidió de nosotros con una sonrisa, esa con la que cada mañana subía a su azotea, y con exquisita educación saludaba: «¡Buenos días, gente!». Sentía Mingote la vida ora con la tierna timidez del niño que observaba gamusinos mientras acudía a misa de doce cada domingo ora con la bendita paciencia del domador de fieras. Su humor era el pánico de los alindongados, amohinados, barbilindos, currucatos, chisgarabises, fifiriches, golillas, lechuguinos, mojigatos, pisaverdes, pudibundos, zangolotinos y zascandiles.
Ángel Antonio Mingote en la tierra
.Resumía un editorial en una viñeta desde su independencia y su amor por la libertad, el auténtico bálsamo de fierabrás contra conjuros, exorcismos, hechicerías, encantamientos, demonios familiares, brujerías, maleficios... Desde esa azotea observaba día a día lo que en tiempos de Pío Baroja fue una enorme extensión de trigales verdes que llegaban hasta el Cerro de los Ángeles, resquebrajada únicamente por las dos filas de casas para pobres construidas a la altura de Pacífico. Eran los desheredados, los humildes, los ninguneados de la Historia, los hombre solos, que Mingote esculpía.
Un Dios que quería a todo el mundo, un extraterrestre por el que hoy romperemos nuestros garrotes de trogloditas. Hay días en los que a uno no se le ocurre nada que escribir. Ni que decir.
Antonio Astorga ABC
El fallecimiento del gran ilustrador deja huérfanos a sus compañeros en las páginas de ABC
Nunca perdió la curiosidad.José Manuel Puebla recuerda cómo hace año y medio le instaba a que le enseñara a manejar Photoshop, porque admiraba los colores que surgían del ordenador. «Ahora me da rabia porque tenía que haber sacado tiempo», pero entonces le contestaba: «con las maravillas que haces de acuarela...». Mingote era así, modesto, y gustaba decir a los periodista que cada vez se encontraba más tonto. «En otros hubiera parecido un artificio, pero él era natural»."
M. Arrizabalaga

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