Gaston Bussiere 1862-1928 |
Si no me reconoce ya buscaré yo la ocasión de mirarla de reojo como la primera vez, y estad seguros de que recordará la situación. Nada de impaciencia, nada de voracidad, todo ha de gozarse tirando y atrayendo lentamente.
El que lucha desde lo lejos no tiene, en general, otras armas que las de sus ojos. Claro que si los sabe mover con la debida estrategia, alcanzará casi idénticos resultados. Para eso tendrá que posarlos sobre la muchacha con una ternura engañosa, que le producirá el mismo efecto que si la rozara casualmente con su cuerpo. Incluso podrá asirla con su mirada tan fuertemente como si la tuviera entre sus brazos.
Diario de un seductor, Kierkegaard
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