lunes, 17 de septiembre de 2012

Las cosas

Entre un montón de edredones que coloco sobre la mesa mientras ordeno el armario, se encuentra mi cubrecama favorito, me alegra recuperar su imagen después de este largo verano, no ha llegado aún su momento, cuando llegue el frio que espero tanto, abrigará nuestra cama y alegrará mi hogar, ahora me conformo con modificar su disposición para localizar antes la ropa cálida.
Por primera vez en mucho tiempo, encuentro espacio de sobra en los estantes, los cajones hasta hace unos días repletos de vaqueros rotos y camisetas,  ahora aparecen extrañamente  desocupados, enormes, hondos, vacíos y conservando intacto  el delicioso olor de mis hijas.
Voy colocando lentamente cada cosa en su lugar y me detengo en  la contemplación de este hermoso cubrecama antiguo. Pertenece a la familia de mi marido, su abuela María propietaria de una mercería lo tejió en su juventud a ganchillo, con restos de finas lanas de variados colores, ¡tiene tantos años! y extrañamente permanece igual de hermoso que cuando lo vi por primera vez, me imagino cuantas horas lo tuvo entre sus delicadas manos, una labor tan original y perfecta, fiel reflejo de su personalidad.  Seguro que disfrutó tejiendo en sus tardes de invierno, mientras conversaba  y seguro también que no necesitaba casi ni fijar su mirada, que recuerdo con toda claridad. Era dueña de unos grandes ojos exóticos, con cierto aire oriental. 
Cuantas horas pasadas de paz y plenitud , sólo de este modo se puede llegar a componer algo tan especial, observo de cerca la simétrica redondez de sus formas, la calidad de su lana, los colores intensos que dominan. Un pequeño tesoro que sobrevive al tiempo y a la mujer que un día lo imaginó.
Lo doblo suavemente mientras me acuerdo de ella: era acogedora, jovial, menuda, entrañable y sin duda artista,  tuve la suerte de disfrutar de algunos momentos únicos e irrepetibles y espero que algún día lejano alguien que aún no conozco detenga su tiempo, su mirada y su pensamiento en esta cita con la delicadeza.

The fairy girls make the carpet- Cecile Walton (1891-1956)


El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada violeta,
 monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.


Jorge Luis Borges

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