William Henry Gore 1857-1942 |
No es la muerte la que nos iguala con el resto del mundo. Sólo nos iguala el amor, cuando surge y desarma…
Cuando tenía 13 años, descubrí con sorpresa que los adultos, según constaba en la literatura clásica que entonces devoraba, sufrían y enfermaban de amor. Lejos de encontrar disfrute en los brazos de sus bienamados y bienamadas, los héroes y heroínas de mis novelas preferidas se desprendían poco a poco de cualquier indicio de sensatez y equilibrio hasta perder, hacia el final de la novela, su dignidad y hasta su vida. Entonces, ¿para qué amaban? Dido, el Sr. Rochester, Heathcliff, Lady Macbeth, Madame Bovary, Anna Karenina o Werther, todos sin excepción pasaban de ser personas sobradas que creían que lo tenían todo a constatar de la noche a la mañana que nada de lo suyo les importaba. Parecía una locura.
"Inocencia perdida" Elsa Punset
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