martes, 19 de febrero de 2013

Carta a una hija


Tía en dificultades
¿Por qué tendremos una tía tan temerosa de caerse de espaldas? Hace años que la familia lucha para curarla de su obsesión, pero ha llegado la hora de confesar nuestro fracaso. Por más que hagamos, tía tiene miedo de caerse de espaldas; y su inocente manía nos afecta a todos, empezando por mi padre, que fraternalmente la acompaña a cualquier parte y va mirando el piso para que tía pueda caminar sin preocupaciones, mientras mi madre se esmera en barrer el patio varias veces al día, mis hermanas recogen las pelotas de tenis con que se divierten inocentemente en la terraza y mis primos borran toda huella imputable a los perros, gatos, tortugas y gallinas que proliferan en casa. Pero no sirve de nada, tía sólo se resuelve a cruzar las habitaciones después de un largo titubeo, interminables observaciones oculares y palabras destempladas a todo chico que ande por ahí en ese momento. Después se pone en marcha, apoyando primero un pie y moviéndolo como un boxeador en el cajón de resina, después el otro, trasladando el cuerpo en un desplazamiento que en nuestra infancia nos parecía majestuoso, y tardando varios minutos para ir de una puerta a otra. Es algo horrible.

Varias veces la familia ha procurado que mi tía explicara con alguna coherencia su temor a caerse de espaldas. En una ocasión fue recibida con un silencio que se hubiera podido cortar con guadaña; pero una noche, después de un vasito de hesperidina, tía condescendió a insinuar que si se caía de espaldas no podría volver a levantarse. A la elemental observación de que treinta y dos miembros de la familia estaban dispuestos a acudir en su auxilio, respondió con una mirada lánguida y dos palabras: «Lo mismo». Días después mi hermano el mayor me llamó por la noche a la cocina y me mostró una cucaracha caída de espaldas debajo de la pileta. Sin decirnos nada asistimos a su vana y larga lucha por enderezarse, mientras otras cucarachas, venciendo la intimidación de la luz, circulaban por el piso y pasaban rozando a la que yacia en posición decúbito dorsal. Nos fuimos a la cama con una marcada melancolía, y por una razón u otra nadie volvió a interrogar a tía; nos limitamos a aliviar en lo posible su miedo, acompañarla a todas partes, darle el brazo y comprarle cantidad de zapatos con suelas antideslizantes y otros dispositivos estabilizadores. La vida siguió así, y no era peor que otras vidas.
(Historias de Cronopios y de Famas) 
Julio Cortázar



Carl Larson



Mi querida Eva. La lectura de este cuento de Cortázar me ha hecho pensar mucho en ti. Seguro que adivinarás fácilmente el motivo. 
Desde que tuve la mala suerte de tropezar aquel día al salir de la bañera, me he convertido sin pretenderlo en constante motivo de preocupación. 
¿No te parece que el papel de madre me corresponde más a mí? 
Según tus palabras, mi natural estado soñador, (ese que envuelve mi vida la mayor parte del tiempo), me llevará inevitablemente a una caída o accidente fatal y sufres por ello antes de tiempo. Me adviertes que debo prestar atención al cruzar la calle, bajar escaleras, o salir del  baño con mayor prudencia.
¿No te parece que cuando no dejamos de preocuparnos por lo que "puede suceder" corremos el riesgo de sufrir más de la cuenta? 
 No sufras cariño, sólo te permito hacerlo cuando me veas en verdadero peligro: la falta de amor, de ilusión, de esperanza.Pero por fortuna para los que me rodeáis residen aquí, y no se cansan de mí. Juntas consiguen el milagro que me permite atravesar fronteras.
 Continua acompañándome en este refugio donde habito, si me ves andar sin mirar donde piso, es porqué confío siempre en las alas que me sostienen.
 Aquí está tan alto que sólo se puede entrar volando. El sol nos visita casi cada mañana, y a veces si te sientas a contraluz y te observo, puedo percibir el lenguaje secreto que oculta la vida. Lo mejor ya lo sabes, compartimos este lugar con un hombre al que le gusta mirar las estrellas, y tres fieles y verdaderos amigos capaces de tanto amor.
 Me gusta verte llegar cargada de cariño y no preocupada, a este lugar donde inspirarnos juntas. 
 En las  estanterías descansan tesoros que un día el mar dejó en la arena. Podemos desayunar mientras se transforma la luz del amanecer cada vez que llega una estación nueva. Si abres las ventanas se escucha el canto de los pájaros, el sonido de las procesiones de semana santa, (que se mezcla con el olor mágico del incienso). Llegan antes los olores del azahar cada vez que vuelve la primavera.

 Algunos días muy, muy especiales como el de hoy, aparece la lluvia en el exterior y el fuego del hogar nos reaviva el espíritu. Alguna noche contemplamos una luna hermosa que cuelga en el firmamento y hace que sucedan cosas increíbles.
  Comparte y ríete con mis tonterías. Recuerda que dentro de este mundo, se puede andar descalzo y si los gatos tienen 7 vidas, a esta Cronopio aún le quedan por lo menos un par.
                                              Eva (Mamá)


2 comentarios:

  1. Hermosísima carta.
    No suelo dejar comentarios, pero siempre leo :-)

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    Respuestas

    1. Gracias, Ilona. Me limito a compartir, pero es importante que os guste.
      Un abrazo, querida amiga.

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