jueves, 1 de noviembre de 2012

Primer fuego en el hogar


          El aroma del café inunda la casa, la oscuridad se torna en luz en cuestión de segundos, abro las persianas y amanece. Contemplo el espectáculo desde la altura, estoy sin palabras, el sueño aún me domina. Sonríes..,  me conoces,  sabes que necesito algunos minutos para apearme, y sin duda una taza de café.  Miro nuevamente a través de la ventana, la neblina de la mañana ayuda a rematar la perfección del paisaje. Pienso en el día de ayer. 

            Víspera de la festividad  de todos los santos, un día que con el tiempo se ha convertido en casi un ritual, la visita al cementerio donde reposan los restos de gente que amo tanto y ya no están junto a mí, entre tantos (cada vez más rostros conocidos),  la fotografía de mi padre con la mejor de sus sonrisas,  a la que mi madre habla mientras retira el polvo subida a una escalera, parece observarnos desde la altura,  incluso diría que parece disfrutar con la escena.  Mis  hermanos y yo nos miramos.  Sólo con los años se acepta lo inconcebible.

           Por momentos se va llenando de gente como nosotros, nadie se salva de tener entre los residentes de este extraño lugar de silencio, alguien cercano. Tantas historias descansan dentro de estos nichos,  por un día las voces, las flores y el color infringen el precepto de calma y  paz,  aquí donde los relojes se detienen. 

           Cuesta volver a la vida después de una acogedora noche de otoño con una luna brillante que apenas comienza a menguar, la primera noche lo suficientemente fría  para encender la chimenea, una cena en pareja y  conversaciones que se alargan al calor de  ese fuego que me hechiza y  calma mi espíritu.  Hay que quedarse quieta y escuchar, el crepitar de la leña que se consume lentamente , entonces mis pensamientos se centran en lo esencial del día.

          Pienso en esta fecha,  hoy hace veinticuatro años, vino al mundo  mi segunda hija, Eva,  uno de los momentos más felices de mi vida, debe de ser por ese motivo que este día tiene un doble sentido para mí, unas horas donde confluyen el fin y el principio de la vida. Unas horas para reflexionar sobre la muerte y las siguientes, para celebrar la vida.   

         El fuego me regala el ambiente perfecto para recorrer las historias antiguas, casi olvidadas y otras nuevas que visitan  hoy  mi pensamiento y enriquecen mi alma. La emoción por el reencuentro. 

Ellas saben bien porqué han elegido este rincón de la casa, intuyen mi estado de ánimo, y esta noche
las escucho, tengo tiempo y calorcito.

       Miro fijamente  a mi perrita Mini que comienza a dormir, sus ojos me hablan, entiendo porqué una vez entras en su mirada ya eres presa de su hechizo y la palabra ternura adquiere su verdadero significado.

Eva 



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