jueves, 18 de abril de 2013

...es el colmo.

Os aseguro que a un cronopio le resulta muy difícil explicar lo que siente cuando las visitas a su casa superan un número semejante,  y sigue sin encontrar explicación, 
pero os aseguro que se alegra y este número tan inmenso le hace muy feliz.
 ¡Gracias a todos los que habéis acariciado estas páginas,  contribuyendo a edificar mis sueños!



"Esto, tal vez, les explicará el retraso con el que les escribo, porque así es como viajan los cronopios y ya pueden verse los resultados. Gracias, muchas gracias, los tres lo decimos al mismo tiempo, Ugné, el cronopio y yo".


Inga Moore



 Al cronopio le gusta París, está sumamente verde y cambia continuamente de lugar. Imposible invitar chicas jóvenes y bonitas porque inmediatamente se instala en sus rodillas y es un espectáculo envidiable y odioso, uno se siente completamente desplazado por el cronopio y él lo sabe y se arrodilla al cuello de la chica y le dice cosas en el oído y la chica se pone muy roja y la reunión toma un aire que recuerda los peores capítulos de Sade. Después el cronopio se apodera del diván más confortable y duerme panza arriba y con un aire de gran felicidad, puesto que ha conseguido destruir todos los principios morales que sostenían la casa. Ni ustedes ni yo somos culpables, los cronopios ya viven por su cuenta, no queda más remedio que resignarse. Para peor uno ama al cronopio, lo cuida y lo acaricia, es el colmo.

He creído de mi deber enviarles este sucinto informe. Me pregunto que estará pasando en la casa de Neruda, pero no creo que me atreva a preguntárselo.



Julio Córtazar,
Carta al Club de Cronopios en Estocolmo

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