Asta Nørregaard. |
Para llegar hasta allí hay que disfrutar y culminar cada eslabón de una cadena :
Recorrer a pie los tres escasos kilómetros que la separan de donde vivimos.
Subir un puente que atraviesa las vías y donde nos detenemos a contemplar la fascinante visión que proporciona la altura.
Contrasta el color de las piedras del camino con el intenso morado de las flores que crecieron sin licencia en las cunetas .
Hay que hacer una pausa, para apreciar la vieja casa que hasta ese momento se ocultaba parcialmente a la vista desde el sendero.
Por fortuna para mi hambrienta imaginación, aquel puente que se construyó hace pocos años (con diferente propósito), la despojó de su intimidad.
Ahora desde el privilegio que nos regala esta nueva altura, la perspectiva se convierte en la deseada. Un verdadero espectáculo. En mitad de un vergel, donde conviven y se mezclan exóticas especies de plantas trepadoras y árboles, se levanta imponente la vieja casa.
Ahora desde el privilegio que nos regala esta nueva altura, la perspectiva se convierte en la deseada. Un verdadero espectáculo. En mitad de un vergel, donde conviven y se mezclan exóticas especies de plantas trepadoras y árboles, se levanta imponente la vieja casa.
Parece hecha para dar forma a mis sueños, una construcción destinada a permanecer y con capacidad innata de absorber y retener las historias de los que la habitaron. Se adivina los años que lleva cerrada, con la única compañía de los árboles, el viento y las bandadas de pájaros que aterrizan en su tejado y hacen de él un descanso en su camino, de regreso a la estación más cálida.
Sin duda llegamos a la mejor hora del día, al caer la tarde, cuando el sol se despide de la tierra con sus rayos dorados y envuelve este espacio en un lugar impregnado de una deidad evanescente.
Cuantas historias habitan escondidas detrás de estas viejas paredes. Extrañamente solo en una de sus innumerables ventanas cerradas se adivina un visillo.
Llega el crepúsculo y con él la brisa se convierte en frío. Nos avisa que no demoremos la vuelta, hay que regresar antes que anochezca. Echo en falta por primera vez la chaqueta que dejé olvidada en la percha, la sustituyen los brazos de Jorge en el camino de regreso. Prefiero éste calor.
Antes de emprender el camino de vuelta, una última mirada hacia la imagen de mi paraíso en la tierra.
Por un momento me pareció percibir un leve movimiento en aquel visillo y la sensación extraña que desde allí alguien también nos observa.
Por un momento me pareció percibir un leve movimiento en aquel visillo y la sensación extraña que desde allí alguien también nos observa.
Me alejo con ganas de regresar. En este lugar presiento que me esperan historias dormidas.
Eva
Un bellísimo paseo, las casas misteriosas también atraen poderosamente mi atención.
ResponderEliminarCoincidimos en la recuperación primaveral de las caminatas rituales, el mejor plan para el buen tiempo.
Un abrazo
Cuando la imaginación se posa sobre un lugar como este, el espíritu soñador que llevamos dentro se despierta.
EliminarTienes toda la razón estos paseos son extraordinarios para el cuerpo y la mente.
Un abrazo, querida amiga.
hermoso relato, dan "ganas de regresar"
ResponderEliminarGracias por el mágico paseo...
Comentarios tan amables como estos me invitan a regresar.
EliminarMuchas gracias , mi querida amiga.