lunes, 14 de mayo de 2012

El cuarto de costura


Cuando el tiempo ya es ido

Cuando el tiempo ya es ido, uno retorna
como a la casa de la infancia, a algunos
días, rostros, sucesos que supieron
recorrer el camino de nuestro corazón.
Vuelven de nuevo los cansados pasos
cada vez más sencillos y más lentos,
al mismo día, el mismo amigo, el mismo
viejo sol. Y queremos contar la maravilla
ciega para los otros, a nuestros ojos clara,
en donde la memoria ha detenido
como un pintor, un gesto de la mano,
una sonrisa, un modo breve de saludar.
Pues poco a poco el mundo se vuelve impenetrable,
los ojos no comprenden, la mano ya no toca
el alimento innombrable, lo real.

Fina García Marruz, premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana


      
         Soplé el viejo album de fotos cubierto de polvo y el fantasma del recuerdo tomó forma...

Mikhail Mikhailoviich Bozhiy


             Qué evocador puede resultar el arte, el natural instante atrapado en un lienzo por los ojos de un artista, y al contemplarlo comprendes que incluye las imágenes interiores del alma. Hoy me ha sucedido con este cuadro del pintor Mikhail Mikhailoviich nacido en Nikolaev (Ucrania) en 1911.
           En algún momento el recuerdo adquiere vida propia, se independiza de mí, y yo sólo puedo percibirlo entre brumas, como algo lejano, que me transporta directamente a una adolescencia nunca olvidada,
             Una imagen tan familiar, la estancia de costura de mi madre. Si cierro ahora los ojos, los sonidos de la máquina de coser, de las tijeras o el  vapor de la plancha me llaman desde el fondo de esta habitación que formó parte de mi antigua casa y de mi juventud, donde encuentro olores  familiares que se mezclan con sentimientos y un murmullo constante de conversaciones, voces conocidas que se mezclan con otras que salen de una vieja radio, emitiendo el folletín radiofónico diario.
            Mi madre se mueve con agilidad entre una gran mesa de corte y su antigua máquina Singer. Junto a ella, cada figura ocupa un lugar en ésta escena como en el hermoso cuadro. Asiduas cada tarde, mis entrañables tías Carmen, Concha, Mari y una jovencísima Pili que acude al salir del colegio (llegó un día dispuesta a instruirse en el oficio y conquistó su espacio para siempre en la familia). Todas ellas, seres únicos insustituibles, mujeres de manos limpias, hábiles y virtuosas habituadas a competir por el acabado más perfecto. Algunas veces, cuando el exceso de trabajo desborda, completan la escena  Pepica y Amparín. Todas  forman parte para siempre de esta estancia, donde se fraguan, ( entre manos que no se detienen),  diarias confidencias, coloquios, historias propias y ajenas de humor y amor, y así transcurren sus tardes compartidas.
            El retrato con el que me encontraba cada día cuando regresaba al hogar. Acabo de capturar hoy el eco de un mundo sensible, y acaso... ¿bondad? El mundo de mi madre, una mujer espontánea, alegre y batalladora infatigable, sin tiempo para el desánimo y la vanidad. Inconsciente de su gran talento y capacidad de transformar con naturalidad un trozo de tejido en una obra de arte. Inocentemente feliz en la mejor de las compañías, sus verdaderas amigas, las que la quieren y comparten cada tarde su mundo de botones de nácar, hilos y pasamanerías que ahora quedan como hilvanados a mi camino y van creciendo conmigo.
           Transcurre la vida en esa habitación donde caben tantas cosas (todo cubierto de arena, esperando de cuando en cuando, de tarde en tarde, cuando me apetece sentarme un rato a descansar en la orilla del camino y disfrutar de la vista). Presiento que ahora las palabras deben seguir flotando en esa habitación con paredes pintadas con risas.
           En los meses cálidos de días más largos, los rayos se colaban entre las cortinas e iluminaban  cada nueva pieza de tela desdoblada y extendida sobre la mesa de corte antes de darle forma. El único momento que mi madre mostraba sus excepcionales instantes de introversión, y con la destreza de un artista experto delante de un lienzo, comenzaba a trazar las líneas que conformarían cada composición única.
           Una biografía entre gasas, sedas, batistas, bambulas, plumetis, muselinas... adornadas con estallidos de colores o grabados alegres, donde mi mirada soñadora se perdía buscando  transparencias coloridas que volvían el paisaje distinto, pobladas de flores, animales, estrellas, figuras humanas y encajes se convertirían en las futuras blusas, faldas o frescos vestidos que  parecían cobrar vida atrapados en sus manos         
  A la hora de las pruebas desfilaban en incesante caravana las mujeres, que compartían con ella mucho más que ajustes y agujas entre pliegues y palabras .  
           Con la llegada del otoño al calor de la estufa llegaban entonces las lanas cálidas, panas y terciopelos hechos para la caricia, cueros o pieles suaves que abrazan con calor algún cuello en abrigos de lana destinado a cobijar con elegancia.
 En ocasiones especiales todas contribuían  de los delicados  y laboriosos remates de finos vestidos de novia que permanecía  durante  días engalanando la silueta de un maniquí, residente privilegiado en el cuarto de costura. Vestidos especiales que ahora descansan en el viejo álbum de novias que acompañan la figura joven de mi madre.
            Aunque no aparezca en la imagen, mi abuelo acudía a estas reuniones femeninas, aquí donde el calor le acogía cada tarde. Hoy me detengo y miro en el fondo de sus ojos azules, esos que siempre llevaremos dentro, como un secreto, del mismo modo que los ojos de mi padre al regresar del trabajo. Su amplia sonrisa entra como siempre antes que él, su luz lo acompaña, por eso cierro los míos, y me digo -no duele-, no se cierne al cuello y ahoga. He llegado por fin al centro de nuestro mundo, dentro de una  habitación, donde se alojan seres entrañables rescatados de mi memoria a los que hoy quiero rendir homenaje por su importancia en mi vida. Ahora donde las palabras han quedado flotando, y  pienso: "si todo esto no hubiera sido así , hoy sería otra "
 Eva


...es el único que se ocupaba de algo más que de sí mismo. Esta es la clave del sentido de la vida; amar es preocuparse por otro... es sentirse responsable por otro
“Es tan misterioso el país de las lágrimas
 El Principito

4 comentarios:

  1. Qué evocador el cuadro de Mikhailoviich. Por un momento, me has hecho sentir allí, en ese cuarto de costura del que tantas veces me has hablado. Como siempre digo: "Tengo un tesoro".

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    1. Gracias amor mío, el proximo mensaje por fin a tu lado, después de esta larga ausencia, deseándote un feliz regreso que me hará feliz en toda la grandeza de esta palabra.

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  2. Me han encantado los verso con que introduces tu relato tan sentido.
    Al recorrer los pasadizos de la memoria nuestros pasos se hacen "cada vez más sencillos y más lentos" y podemos valorar lo que tuvimos, lo que sentimos, lo que ya es nuestra herencia de amor.

    ... y el Principito!

    Un abrazo, querida amiga

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    1. Sienta bien volver a una misma (la esencia, sea lo que sea para cada cual) de vez en cuando. Mis buenos deseos te acompañan también, querida amiga

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